martes, 10 de mayo de 2011

Mediodía en la playa

gente en la playa by jinRay
gente en la playa, a photo by jinRay on Flickr.
El sol pegaba lo suyo y los cuerpos aletargados interiorizaban el ritmo incesante de las olas del mar. Entre toallas desparramadas como fichas de parchís sobre un tablero de huellas sin rumbo, fui dando saltitos para no abrasarme la planta de los pies hasta ocupar mi sitio en el seno de aquella comuna de náufragos de mediodía. Me tumbé panza abajo, dispuesto a acabarme de una vez por todas el libro que llevaba más de tres meses leyendo. Cuando llegué por fin a la última página, mi espalda era una parrilla que rezumaba vitamina D por todos sus poros. Fue entonces cuando levanté la cabeza y vi delante de mí a un señor mayor completamente vestido, sentado en una silla plegable debajo de una sombrilla, con una visera calada y gafas de sol oscuras. No podía discernir si aquel venerable anciano me estaba mirando fijamente o  sólo disfrutando de una plácida siesta playera. Allí estábamos frente a frente como en el duelo de un espagueti western.
Llegó un niño chorreando, con unos manguitos de color celeste en los brazos.
-¿Qué miras abuelo?
-Por allá viene el barquillero.
-¿Y qué es un barquillero?
-Pues el que vende barquillos.
-¿Y qué son los barquillos?
-Son como los cucuruchos de los helados, pero estirados.
-Yo quiero.
-Pues vete a avisar a tu madre...
-Abuelo... ¿y tú no te bañas?
-Hace 40 años que no me baño en el mar...me salen pupitas rojas en la piel, y además se me quedan como dormidos los brazos.
-¿Y en el río?
-Ahí menos, que el agua está todavía mas fría...
Me levanté y me fui a probar el agua. Cuando me acercaba a la orilla, vi un pez saltar dejando un rastro de plata.

lunes, 11 de octubre de 2010

Caperucita


caperucita
Cargado originalmente por jinRay
En las tardes de otoño, cuando el aire huele a yogur, Caperucita acostumbra a adentrarse en el bosque para recoger castañas. Rodeada de libélulas eléctricas, siente las espinas de los erizos pinchar las yemas de sus delicados dedos, mientras fantasea con románticas veladas licantrópicas.

martes, 21 de septiembre de 2010

Preludio


Atalante Bermúdez era médico traumatólogo y un  gran aficionado a la jardinería. En los últimos años, se había especializado en el cultivo del Bonsai, y siempre que la ocasión lo permitía, alardeaba con orgullo de su modesta colección de árboles en miniatura. De carácter apacible y aspecto bonachón, no era una persona fácil de sorprender  ni de la que se pudiera esperar que perdiese la calma ante imponderables de diversa índole. Metódico hasta sus últimas consecuencias, siempre se había considerado capaz de doblegar sus tendencias impulsivas con el certero filtro de la mesura y la respuesta lógica.
Sin embargo, sus técnicas de autocontrol, de nada le sirvieron aquella mañana en la que, al ir al jardín a realizar las cotidianas tareas de mantenimiento, observó colgando de la diminuta rama de uno de sus preciados arbolitos, aquel extraño objeto. Con el pulso aún ligeramente acelerado, y sin poder dejar de mesarse sus pulcros bigotes, no daba crédito al misterioso sentimiento de  familiaridad que le inspiraba aquella suerte de fruto psicodélico. Se trataba de una minúscula figurilla de madera, que representaba la escena de una mamá antílope alimentando a sus dos crías. ¿Dónde había visto algo semejante?. Concentrándose, logró que su mente se inundara de hermosos veranos, preludio de incierto porvenir. Cálidas lágrimas resbalaron por sus mejillas. Se sintió como Pulgarcito, siguiendo la senda de las migas de pan en su lento caminar hacia un punto de no retorno olvidado en algún apolillado cajón.

lunes, 2 de agosto de 2010

bungalow


bungalow
Cargado originalmente por jinRay
Antes de conocer a mi novia, no sabía nada a cerca de la menstruación y sus particularidades (bueno, he de reconocer que sabía muy poco sobre las chicas y su mundo femenino). Aprendí, por ejemplo, que durante la regla, las tetas se ponen más grandes y hay que tratarlas con mucha más delicadeza de lo habitual. Que existen compresas con alas, sin alas, salvaslips, tampones grandes, medianos, de diferentes colores, con aplicadores de cartón, de plástico...en fin, que al principio me volvía loco cuando mi novia me mandaba al super a comprarle estas cosillas, pero que ahora controlo bastante, la verdad. Me hizo mucha ilusión cuando me pidió por primera vez, que le pusiera un tampón. Me explicó cómo tenía que hacer, y fue muy divertido. También lo fue quitárselo luego, tirando lentamente del simpático cordoncito. Estos juegos periódicos, han hecho que poco a poco, viva las reglas de mi novia, de un modo cada vez más comprometido, y me gusta cantidad. Ya me encargo yo de marcar el día en el calendario, con un corazoncito. Y me afecta también el rollo de las feromonas; a veces nos cabreamos en el periodo premenstrual. Pero como sabemos que no somos nosotros, sino nuestras hormonas, en seguida nos reconciliamos. Pero lo que más nos mola, es follar cuando tenemos la regla y guarrearlo todo de sangre (una vez tuvimos que llevar las sábanas de la cama de mis padres a la tintorería, de cómo habían quedado, y meses más tarde, en la tintorería habían colgado un cartel que decía que no se admitían ropas con manchas de sangre).
Pensando en todo esto, me pregunto qué pasaría si lo hiciésemos con nocturnidad y alevosía en la piscina del bungalow (¿amanecería roja, con el canto de las cigarras?).

martes, 25 de mayo de 2010

Emily


Emily
Cargado originalmente por jinRay
Emily nunca se deja fotografiar y hay que robarle posados. No perdona la hora del vermú, y después de comer, siempre duerme un pedazo.Tiene el pelo caoba y una piel de moreno tatuado en horas de sol y tierra. Me gusta oír lo que habla, aunque nunca me escuche, y escuchar lo que calla cuando oye lo que no digo.
Su curiosidad, la mantiene eternamente joven y bella. Se preocupa porque desea que la gente a la que quiere, cumpla más de 65 años. Estuvo enamorada y aún lo sigue estando. Quizá sea ese su secreto...